FOTOS GOROSABET 14/08/1902
ARRASATE-MONDRAGON
Cien años sin la plaza de toros
El ruedo construido por la Sociedad
Taurina de Mondragón fue demolido en el año 1912. El coso, que carecía de
callejón, se había inaugurado en 1886 y tenía cabida para 2.360 localidades
15.04.12 - 01:51 -
KEPA OLIDEN | ARRASATE
el diario vasco
La plaza se
derribó para construir Villa Amparo, residencia del consejero de Unión
Cerrajera, Dagoberto Resusta
Tras su desaparición,
las corridas prosiguieron en plazas desmontables en Goikobalu, Maala...
Sólo en 1766, año de la
inauguración del actual edificio consistorial, se lidiaron catorce toros
El presente año 2012 se
cumplen cien años de la desaparición de la plaza toros de Mondragón. El primer
y único coso taurino de la localidad fue demolido en 1912 para dejar paso a la
construcción de la residencia del consejero de Unión Cerrajera Dagoberto
Resusta, vivienda que fue bautizada con el nombre de Villa Amparo. Resusta fue
asesinado junto con Marcelino Oreja en la insurrección socialista de octubre de
1934, y su casa se demolió en 1982 para edificar el bloque de viviendas que aún
hoy se conoce popularmente como Villa Amparo. Los vecinos en este inmueble
hacen honor al pasado taurino de este lugar, decorando su portal con una de las
contadas reproducciones que se conservan de la histórica plaza de toros.
El ruedo arrasatearra
tuvo una corta vida pero su construcción representó el momento culminante en la
inveterada afición taurina mondragonesa. El desaparecido historiador José
Letona fechaba el 17 de septiembre de 1885 la celebración de una sesión plenaria
en que el Ayuntamiento estudiaba la instancia suscrita por don Ricardo
Añíbarro, como presidente de la recién constituida Sociedad Taurina de
Mondragón, para construir por cuenta de la misma una plaza de toros. Se
proponían organizar corridas y otros espectáculos que pudieran llamar la
atención del vecindario y de los muchos bañistas que frecuentaban los
aristocráticos balnearios tan en boga por aquel entonces.
El Ayuntamiento no se
opuso a la generosa propuesta de esta sociedad privada dispuesta a levantar una
plaza de toros en la villa.
Fue así como el 25 de
junio de 1886 quedaba inaugurado este ruedo construido de mampostería, cantería
y madera, y que constaba de tendidos y un piso compuesto de palcos abalconados,
muy típicos y bonitos, según testimonios recogidos por Letona, y con capacidad
para 2.360 localidades. La plaza, sin embargo, carecía de callejón.
Su última corrida
tendría lugar el 29 de junio de 1912 tras 26 años de vida «entusiasta pero
dificultosa», en palabras del desaparecido historiador José María Uranga. Este
constataba que la única cogida registrada en ella fue la sufrida por el
banderillero madrileño Ulpiano Rebuelta 'Melaero' el 2 de junio de 1890.
La trayectoria del
ruedo arrasatearra tuvo sus altibajos. «Durante algunos años hubo que suspender
las novilladas por San Juan a causa del mal tiempo y la escasez de público. En
1897 ni se programaron por falta de confianza en ambos. En cambio, ese mismo
año se celebraron los días 22 y 25 de julio por mayor seguridad meteorológica
y, sobre todo, por la concurrencia de los bañistas de los balnearios de Santa
Águeda y Aretxabaleta. Algunos años hubo novilladas incluso por Andramaris».
Pero la pasión taurina
de los mondragoneses no comenzó con la inauguración de esta plaza de toros, ni
terminaría con su demolición.
Uranga se remontaba
muchos siglos atrás para documentar los primeros espectáculos taurinos de los
que se guarda memoria escrita en Mondragón. Estos se registran ya en 1527 con
ocasión del nacimiento del rey Felipe II. También las fiestas de San Juan de
1631 y 1634.
De los 'sanjuanes' de
1661 quedaron para la posteridad unos 'autos' criminales sucedidos tras haberse
corrido el toro y, al ser conducido después al matadero, dos aficionados,
«sacando sus espadas, le dieron unos sablazos al toro, lo cual originó una gran
pendencia entre varios caballeros, cruzándose entre sí varias estocadas y
resultando malparado un tal Martín de Zelaa, con algunas heridas en la cara.
Este reaccionó en estado nervioso y le dio una estocada en el pescuezo a Pedro
de Zenica y Oquendo, matándolo en el acto. Martín se escondió en un zaguán, y
Juan, hermano del difunto Pedro, le encontró y se lanzó contra Martín. Pero
pudieron ser sujetados por otras personas. Siguió en el pueblo una gran
pendencia entre parientes y amigos de ambos, a la que siguió un largo juicio.
El suceso recogido por
Uranga se inscribe dentro de una larga historia taurina que continuaría en años
sucesivos con acontecimientos más o menos sonados. Uno de los ejercicios más
reseñables fue el de 1766, año de la inauguración del nuevo edificio
consistorial. Esta celebración, junto con la apertura de la calzada para coches
en el camino real y las fiestas de San Juan, sumaron hasta 14 toros de muerte
lidiados en la misma plaza del Ayuntamiento, que era donde normalmente se
celebraban los festejos.
Novilladas hasta 1957
Tras las desaparición
de la plaza de toros en 1912, los espectáculos taurinos continuarían
celebrándose en ruedos desmontables instalados en distintos lugares de la
villa. La explanada de Goikobalu, sobre Santa Bárbara, el ya desaparecido campo
de fútbol de Maala, Garibai, Zaldispe, Ziarrola y, en los últimos años, en
Laubide, han sido escenario de eventos tauromáquicos que hace tiempo dejaron de
ser cruentos para las reses. La última serie de novilladas como tal, apuntaba
Uranga, se celebraron en Ziarrola en los 'sanjuanes' de 1957.
Hasta entonces, la
lidia acababa normalmente con la muerte del toro. Entre las novilladas más
memorables, Uranga destacaba las organizadas en 1942 por Jesús Yurre Galarza,
que trajo a Arrasate a los toreros más importantes de la época como Fuentes,
Minuto...
Algunos años después,
César González, con ocasión de las últimas novilladas celebradas en 1957 en
Ziarrola, «cortó una oreja del primero y dos orejas y rabo del segundo» en la
corrida del 24 de junio. Ese mismo día el chiclanero, Diego Oliva se llevaba
una oreja en el primero y el rabo en el segundo». Al día siguiente, domingo 25,
los cuatro novillos «fueron muy malos, y los novilleros 'Ariscal' de Sevilla, y
Corredor, de Salamanca, estuvieron a juego con sus enemigos», según Uranga. La
tercera, ante la poca aceptación del público, hubo de ser suspendida cuando
eran de participar la rejoneadora Ángela y el novillero Antonio Segovia.
Así se cerraba en
Mondragón el capítulo tauromáquico de las corridas de toros, cuya celebración
es actualmente objeto de un encendido debate social.
El maestro Arano, en un
bar
También el admirado
maestro Arano se ha ganado un lugar en el anecdotario taurino local. El insigne
pedagogo de las Escuelas Viteri, fallecido en 1929, tenía a gala no pisar nunca
una taberna. José María Uranga contaba que el famoso maestro «pasó su vida sin
entrar en un bar». Pero no pudo aguantar un mediodía de San Juan sin entrar en
el bar de Txanpon, aunque no precisamente con intención de tomar una
consumición. En la venta de la parte de arriba de este estratégico
establecimiento, por la parte de la calle del Medio, instalaron un puesto de
venta de entradas para las novilladas, como era costumbre. Pero en el cartel
anunciador se leía 'Benta de villetes'. Como buen maestro y responsable de la
instrucción y la cultura, don Félix Arano se sintió afrentado y, con
discreción, dirigiéndose a los de la mesa les hizo corregir el error».
Una casa más arriba se
hallaba el rimbombante Hotel du Palais donde se alojaban tanto los toreros como
los que venían a animar las fiestas. Por lo demás, la elite local se reunía en
el Café Universal frente a la plaza del Ayuntamiento.
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