El mencionado dia 2 verificose en la plaza de toros de Azpeitia una función de la forma siguiente 2 novillos picados y banderilleados con toda la formalidad de las pragmáticas de Pepe Hillo y muertos a estoque por 2 afcionados cochero el uno y pintor el otro, mas un novillo lidiado en libertad por los capitalistas que gustasen bajar a torearlo.El primer novillo "Formal" pasó sin novedad y halló muerte piadosa merced al distinguido cochero Pope.Salió el segundo novillo , se lió a la azpeitiana, nueva forma de torear en cuyos detalles no puedo meterme ahora y hecha la señal de la muerte suprema, salió con muleta y estoque el céleebre pintor encargado de acabar con Lázaro.Pues señor largó el pintor su brindis, se dirigió a la fiera después de torearla con frescura, y se puso el hombre a pinchar y estoquear de tal modo que no parecía sinó que el animal tenía la piel más dura que un cocodrilo, y los hálitos vitales tán vigorosos que no había medio de interesarle ningun vaso de esos que a la acorta o a la larga proporcionan a unno la credencial de cadaver.El apeles azpeitiano metió la cuarta parte de la mitad del estoque, y el estoque entero en el codillo, en las costillas, en el disfragma, en la región lumbar, en el pecho,en el bazo y en el higado del misero cornupeto sin conseguir que doblara. El animal tenía tantos pinchazos que parecía cosido de viruelas pero resistia aquella máquina de Singer como si tal cosa mientras el publico seguia ansiosamente las peripecias del drama anatómico que se ofrecía a su admiración. La fiera se aculó finalmente a un burladero, y harta de sufrir bajó la cabeza. Entonces el pintor colocó la espada en el cabello, y forcejeando como quién barrena un cantera, metió media vara de estoque en la nuca del animal que cayó patas arriba. las penosas emociones de los espectadores se trocaron entonces en gritos de entusiasmo, aplausos, y en cigarros.Todos llamaban al pintor, todos le estrechaban las manos, y él gozoso y triunfante saboreaba aquella ovación dejando ver en su fisonomia el inefable placer de que estaba poseído.Salieron las mulas, ataron al toro y partieron al galope arrastrando al cadaver.Pero de repente¡oh portento!¡oh cosa nunca vista ni oida!, el cadáver, el toro, pegó un bote, se puso de pié y apretó a correr trás las mulas, al trote largo erguido y guapo, con la cuerda medio colgando entre los cuernos, y cortando la arena como corta el agua una lancha besuguera llevada a remolque por un vapor de pesca.Cuando el muerto resucitó estaba el pintor medio vuelto de espaldas al animal recibiendo los aplausos de la concurrencia. Oyó un grito, se volvió, y vió al toro que iba trotando tranquilamente junto a las mulas, escuchó los rumores de una inmensa carcajada, que resonó en todo el edificio, se llevó las manos a los ojos, a la cabeza, abrió los brazos y el desdichado cayó desplomado en el redondel siendo allí recogido por varios amigos y llevado a la enfermería.El efecto que la resurreccion causó en el público no puede describirse, pero mucho menos puede describirse auin el sentimiento de espanto que se ha apoderado del distinguido pintor que hoy se ocupa en trasladar al lienzo el milagro que trae locos a todos los azpeitianos.Una vez terminado el cuadro el pintor se propone colocarlo a la cabecera de la cama con el objeto de deshechar toda veleidad torera que pudiera., en lo sucesivo acometerle..El bicho ha sido muerto a balazos y la cabeza ofrecida al pintor que se ha negado a aceptarla por un exceso de delicadeza que hemos tenido que respetar todos.
fdo Un azpeitiano 3 agosto de 1887.
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