3/14/2012

HASTA SIEMPRE PERELETEGUI

TOROS
La crónica de León Martes, 13 de marzo de 2012
Fulgencio Fernandez León.
Perelétegui, vivir y morir en torero

Fallece ‘El Maestro’, cronista taurino de La Crónica, después de una
enfermedad que llevó en silencio

El sábado estuve esperando una llamada toda la tarde. Había leído en los teletipos que Javier Castaño había triunfado en Fallas y cada vez que sonaba el teléfono yo decía: ‘‘Es El Maestro, que hay que hacer un hueco para Castaño, con foto , si pudiera ser’’.
Pero no era El Maestro, no era Perelétegui. Tampoco llegó ningún correo electrónico desde la dirección José Luis, esa que no le gustaba usar porque le tomábamos el pelo diciendo que su incorporación a internet era el misterioso cuarto milagro de Fátima. Lo suyo era aporrear a velocidad de vértigo la vieja Hispano Olivetti que habíamos dejado en la redacción para ‘‘las crónicas del maestro’’. (Le molestaba mucho que el corrector de texto no admitiera terno, flámula,abantooparladé).
Aunque lo típico-típico suyo era que nos enviara por el fotógrafo cinco o seis pequeñas hojas de libreta escritas a mano con la crónica de la corrida, pues él tenía que coordinar unas jornadas taurinas posteriores a la corrida. Y ahí veías al bueno de Joaquín Revuelta, que de toros no tiene claro ni que sean hijos de las vacas, lanzando improperios.
‘‘¿Qué coño es esto de que le vuela un pie?’’.
-Unvolapié.
-Podíaescribirencristiano.
Anécdota que se queda pequeña con la cantidad de veces que ‘la teclista’ (así decía él) Esther le preguntaba ‘‘¿cómo se escribe esa palabra que has dicho?’’ cuando le enviaba una crónica por teléfono desde el burladero, el coche del apoderado de Castaño o la finca de Zalduendo...
Pero pasó aquel sábado sin recibir la llamada. El domingo sabía que la recibiría, que El Maestro pediría un espacio amplio y ofrecería un ‘apunte’ (dibujo) suyo recreando esa serie de derechazos de Castaño que decían las crónicas que habían encandilado al público valenciano. Tampoco hubo llamada.
Ayer, lunes, tenía un viaje y eché el portátil en el maletero. Intuía que tendría que escribir el obituario de El Maestro, de Perelétegui, pues estaba seguro de que sólo le podía fallar a un torero leonés en un día de gloria a las puertas de la muerte (y le sabíamos enfermo). En ninguna otra situación abandonaría al torero. No tardó en llegar la llamada no deseada, la deldirector.
-SenoshamuertoPerelétegui.
-Losabía.
No quiero ahora hacer una biografía al uso porque José Luis no era un personaje al uso. Ya sé que quedaría muy lucido su curriculum, que fue un clásico del periodismo leonés, que llegó a ser director de una emisora (entonces creo que se llamaba Radio Falange, aquellos tiempos), que hizo de casi todo, que fue quien trajo a León a Paco Umbral, su primo carnal (pues Perelétegui se apellidaba Pérez y Umbral García... y Pérez), y que fue quien le sacó de una sucursal bancaria en Valladolid para que se dedicara al periodismo. Pocas veces contó que fue su madre quien realmente crió a Paco, pues José Luis era consciente de que él no eralanoticia.
Perelétegui –que hizo sus pinitos como novillero y dice Zapico que tenía la misma estampa de Manolete (y hasta ahí puedo leer)– vivía realmente para los toros y todo lo que mueve este espectáculo. Ésa era su pasión, hasta tal punto que protagonizó por ella alguna recordada anécdota en el periódico que cuento ‘‘a mayor gloria de la fiesta’’, como él reconocía cuando le bromeaba con el hecho.
Trajo un día una crónica ‘intemporal’, para que la llama de los toros no se apagara en el periódico, que titulaba ‘‘los jóvenes no le dan la espalda a la Fiesta Nacional’’. Reflexionaba sobre algunos datos que se habían hecho públicos y acompañaba el texto con una foto cortada de vete a saber dónde (eso era muy suyo) en la que se veía a tres bellas y jóvenes señoritas acompañadas de un caballero en la barrera. La foto tenía un algo extraño y examinándola veías que el caballero estaba calvo y José Luis le había pintado con mucho arte (no en vano era un gran dibujante) una cabellera que para sí quisiera el mismísimo José Bono.
- Coño, maestro, acabas de inventar elphotoshop.
- ¿Cómo?, ¿y tú dices que soy raro porque a la muleta le llamo flámula? que es una palabra castellana preciosa.
Y se iba, erguido, sin despeinarse ni en medio del Katrina, con una pequeña cartera en la mano, impasible, educado siempre.
Si tu querías explicar cómo se vive en torero lo tenías fácil, como lo hacía El Maestro.

¡VA POR TI, MAESTRO PERELÉTEGUI!
 
Ricardo Ferradal Pérez de León – Diario de León 12/03/2012
VA POR TI, MAESTRO PERELÉTEGUI Con un nudo en la garganta, difícil de deshacer, con la pena de tener que llorar y rezar por un amigo, elevo al Cielo un brindis por el maestro José Luis Perelétegui. ¡Va por ti maestro! Maestro te llamaban los aficionados al tus magníficas crónicas taurinas de los festejos que se celebraban en nuestra provincia. Maestro te llamaban quienes sabían del profundo conocimiento que poseías de la Tauromaquia, la más bella fiesta que España tiene el privilegio de haber dado al Mundo, y maestro te llamábamos los componentes de la Peña Taurina Leonesa y los taurinos leoneses, para quienes eras el santo y seña del taurinismo en León. Ahora serás feliz. Ángeles con espadas te acompañarán en el "paseíllo" hacia el palco donde te recibiría el Supremo Hacedor y durante toda la Eternidad compartirás cartel con tu admirado "Manolete" y todas las grandes figuras que te han precedido en el gran viaje al celestial destino reservado solo para los elegidos, que allí, servirán de modelo a tus pinceles, ya inmortales. Gracias José Luis. Ricardo Ferradal Pérez.

Un hombre que halló talento

El fallecido periodista fue, además de un referente taurino leonés, director de La Voz de León, donde reunió en la redacción a Luis del Olmo y Francisco Umbral.

manuel c. cachafeiro Diario de León. 13/03/2012

Con José Luis Perelétegui, fallecido ayer en León tras agravarse los problemas de salud que padecía en los últimos meses, se va toda una época del taurinismo leonés y, utilizando un símil taurino, un gran veedor de periodistas de raza. Para aquella redacción de Radiocadena Española que él dirigió en León en los años 60, antes de irse a Asturias para hacerse cargo de la misma emisora en el Principado, Perelétegui trajo de Radio Juventud de Ponferrada a un joven con una gran voz llamado Luis del Olmo, y de Valladolid a un primo suyo, llamado Francisco Umbral. También en Oviedo dio sus primeros pasos de periodista con él Emilio Tamargo, toda una institución en las crónicas de ciclismo de TVE.
Pese a tantos años de profesión periodística, Perelétegui será recordado, sobre todo, como miembro destacado del planeta taurino leonés. Durante más de 60 años, fue el auténtico director de orquesta, junto a Felipe Zapico, de una afición que ha vivido estas últimas seis décadas con luces y sombras, casi a partes iguales. Pero en todas, sin toros y con toros, en las grandes tardes como en las malas, allí estaba él, con su pluma y su micrófono para contar, «con urgencia informativa», lo que pasaba dentro y fuera del ruedo. Hasta el año pasado, cuando la salud de hierro que siempre tuvo se debilitó, genio y figura ocupó, una vez más, su sitio de siempre en el burladero de Prensa del coso leónes.
De Valladolid a León. José Luis Perelétegui nació en Valladolid, pero pronto se trasladó a León. Volvió a Pucela para estudiar Derecho y regresó de nuevo a la capital leonesa para muy joven, tras entrar como colaborador taurino, pasar a dirigir La Voz de León, con Umbral como autor de una conocida sección hasta que se tuvo que ir.
Manoletista por encima de todas las cosas, siempre contaba la anécdota de aquel verano de 1947, un año antes de que se inaugurara la plaza de El Parque, cuando le pidió un autógrafo al mismísimo Monstruo de Córdoba en el viejo ‘Novelty’ que conservaba como un auténtico Picasso.
Antigua escuela. Sus crónicas en San Juan, en San Mateo de Oviedo o en Begoña en Gijón eran lo más ajustado a los viejos cánones taurinos, a aquella antigua escuela de los K-Hito, Corrochano y compañía. A mano en una simple libreta, con máquina de escribir en la redacción y en los últimos años con ordenador desde su casa, le gustaba ser riguroso hasta en el color del traje del torero, crónicas que aderezaba con sus propios apuntes taurinos o el uso continuado de palabras casi en deshuso, como franela para la muleta, o revientacalderas para el diestro que salía a por todas. Sin una palabra de más, viendo incluso lo bueno entre lo malo de la tarde, siempre sin herir a nadie. Por encima de todo Perelétegui respetaba a quien era capaz de ponerse delante del animal más bello de la naturaleza.


Perelétegui, como muchos jóvenes, también quiso ser torero en aquellos primeros años de la recién inaugurada plaza de El Parque, en 1948, junto a los Pedrosa, Manolé, Zapico, Balbuena y compañía. «También lo intenté y llegué hasta donde pude antes de derivar en el periodismo», confesaba en el libro ‘Toros y León’.
Sí, su vida eran los toros y no tenía problema en ir a debates con antitaurinos, ni a cualquier rincón de la provincia para una charla o un festejo menor. A lo largo de su carrera profesional recibió varios premios, como el de la Asociación de Comunicación, Relaciones Públicas y Protocolo del Principado de Asturias, la medalla de plata al Mérito Taurino de la Real Federación Taurina de España o la insignia de oro de la Peña Taurina; así como del Club Taurino.
Hoy, se oficiará su funeral en la iglesia de los Agustinos -sus agustinos- a las cinco de la tarde. No podía ser a otra hora su salida por la puerta grande de esta vida.


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